No es habitual que el ser humano repare en cuál es el origen de sus acciones; más bien actuamos sin plantearnos qué es lo que motiva la toma incesante de decisiones en la que estamos inmersos, unas veces de manera consciente y otras, la mayor parte, inconscientemente.
Esta realidad en la que vive el ser humano precisa de una urgente reflexión individual, de una introspección que nos permita vivir con otra consciencia. Es necesario que nos habituemos a preguntarnos de dónde surgen nuestras acciones.
Parecería una pregunta con difícil respuesta, pero basta con sentirnos, con darnos cuenta de cómo nuestro cuerpo reacciona ante esa pregunta, para tener una respuesta certera a la misma. No se trata de una búsqueda razonada de la respuesta, que también -pero el razonamiento vendrá a continuación de lo esencial-, se trata de identificar y reconocer nuestra sensación corporal. Permitamos que ese sabio interior que todos llevamos incorporado aflore mostrándonos su conocimiento, hecho lo cual percibiremos de forma diáfana la adecuación de nuestras acciones y reacciones.
En el Bhagavad Gita, escritura Védica esencial, se exponen las tres formas de acción del hombre. Según la motivación que da lugar a nuestra acción y al resultado que con ella se pretenda conseguir, Krishna habla de tres tipos: de bondad, de ignorancia y de pasión.
De bondad: «…acción que se realiza sin apego, sin amor ni odio, y sin el deseo de obtener resultados fruitivos…». Cuando se llevan a cabo con la conciencia de estar actuando con rectitud, de estar haciendo lo correcto y justo.
De ignorancia: «…acción que se ejecuta en medio de la ilusión y sin preocuparse por cosas futuras tales como la aflicción que se les cause a otros…». Se trata de acciones realizadas sin poner la debida conciencia en su origen y consecuencias y, pudiendo haber sido de bondad, no se convierten en experiencias útiles.
De pasión: «…acción que realiza con gran esfuerzo aquel que busca complacer sus deseos, y la cual se ejecuta por un sentido de ego falso…». Son las que realizamos movidos por impulsos egoístas y que buscan resultados placenteros para quien las hace, con conocimiento del perjuicio que se puede causar al otro.
Esta sabiduría antigua, en fin, nos sitúa a cada uno de nosotros en una «modalidad de la existencia», entendida como un estado del alma desde el que vivimos las experiencias. Son cada uno de los tres mil mundos posibles que cita el budismo y que no son distintos lugares geográficos, sino diferentes niveles de conciencia.
Imagina por un momento que te encuentras en una encrucijada en la que concurren infinidad de caminos, que puedes elegir cualquiera de ellos y que, según el camino que decidas transitar, tu vida será una u otra. Pues bien, de forma similar, podemos actuar desde diferentes niveles de conciencia y cada nivel de conciencia nos pone en el camino de vivir una experiencia determinada, de experimentar uno de «los mundos» posibles. Cada nivel de conciencia abre el correspondiente «camino de fase» que nos conduce a la respectiva experiencia futura asociada a nuestra elección. Hay que recordar que recogeremos aquello que hoy sembramos…
Y, sin poner conciencia en lo que hacemos, saltamos de un «mundo» a otro constantemente, de una «modalidad de la existencia» a otra; de la íntima satisfacción al sufrimiento innecesario. Está en nuestra mano vivir de otra manera.
1 Comentario
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[…] Por otro lado, en los textos Vedas se exponen las tres formas de acción del ser humano. Según la motivación que da lugar a nuestra acción y al resultado que con ella se pretenda conseguir, Krishna habla en el Bhagavad Gita de tres modos de acción: de bondad, de ignorancia y de pasión. (Puedes leer más en https://conalma.eu/bondad-ignorancia-pasion-y-tu-desde-donde-actuas/) […]