No pude acompañarte cuando partiste, padre. No tuve la ocasión ni tampoco tuve la conciencia de tu marcha como la he tenido contigo, madre.

Hoy cumplirías noventa y siete y ya hace cuarenta y un años de tu muerte, que siempre he calificado como prematura, aunque ahora conozco que todo obedece a un fin determinado y que, incluso con esa temprana partida, nos abriste una puerta a través de la cual era posible crear una nueva realidad y que entonces no supe identificar.

FACEB EL PADREActuaste con nosotros, padre, desde una raíz psíquica asentada en lo que eras y sentías, y ambas cosas fueron generadas por tu propia experiencia como hijo, por lo que aprehendiste, a tu vez, de nuestros abuelos. Así funcionamos la gran mayoría, movidos por impulsos psíquicos inconscientes comunes a todos, de manera que es poco probable que alguien nos exhorte a comportarnos de otra forma puesto que todos participamos del mismo «conocimiento».

Proyectaste en nosotros tus carencias y tus deseos no cumplidos, asumiendo el riesgo de que tu función de impulsor de nuestros talentos y anhelos quedara aparentemente ensombrecida. Cargaste con ese peso en beneficio nuestro.

Actuaste, padre, como si hicieras tuyo el dicho: «Haz lo que yo digo, no lo que yo hago», proporcionando lecciones de vida, si los hijos somos capaces de interpretarlas.

Hoy te reconozco, padre, como el artífice que fuiste y eres de lo que soy.

Hoy declaro, padre, la necesidad y adecuación de las experiencias vividas contigo para el despertar de mi conciencia actual.

Hoy me afirmo gracias a ti, padre, como un eslabón en la cadena de la Vida para el cumplimiento del propósito último.

Hoy recojo tu testigo heredado y, con plena conciencia y voluntad de hacerlo, sintiéndome continuidad de ti, padre, manifiesto mi papel como impulsor y facilitador del potencial de mis hijos, hacia el objetivo final de hacerlos unos y completos.

©Con Alma Terapeutas