Para Eduardo Punset -y sirvan estas líneas como homenaje póstumo a esta gran persona-, el amor es un impulso, basado en el instinto, que pretende realizar una «fusión» entre dos organismos para que ambos crezcan. El crecimiento se dará tanto en el sentido biológico como en conciencia.

Desde la célula procariota hasta el complejo organismo que es el ser humano, todo ha sido fruto de un maravilloso acto de amor llamado Evolución.

En palabras de Félix Gracia, la Evolución es un acto unitivo, en el que partes del todo se «fusionan», suman, y desde este punto de vista, un gran acto de amor. Amar es unir y quien une, ama. Asombrosa coincidencia de criterios.

Y para que este objetivo de crecer en complejidad, de hacernos más completos, pueda cumplirse, la Evolución ha dispuesto un proceso que llamamos emparejamiento, la unión en pareja, un mecanismo «ad hoc» para que el crecimiento personal se lleve a cabo.

La pareja, por tanto, es la circunstancia propiciatoria prevista por la Vida para que el ser humano se realice, se complete reconociéndose en el otro hasta hacerse uno con la Vida misma.

Este proceso de emparejamiento entendido como unión propiciatoria para el crecimiento individual y colectivo se da en todas las manifestaciones del universo visible, y también del no visible.

Se cumple así el proceso de «individuación» que sugirió Jung: sentirse «uno», con el significado de no poder ser dividido – del latín individuus: indivisible-.

Llegar a sentirnos «uno», completos, sin que nada nos falte, se ve propiciado por la Evolución a través del emparejamiento, pero no es necesario disponer de una pareja humana para hacer el recorrido, pues esto es una facilidad prevista pero no imprescindible. Tranquilos los solteros y los célibes, pues se trata de un proceso de evolución de la conciencia individual para el que todos estamos dotados; todos somos completos desde el origen, de manera que «el otro» no es más que una pantalla para descubrirnos a través de él.

El acto de amor, de fusión, de unión, el emparejamiento a todos los niveles, esta experiencia que la vida nos muestra de manera continua, unida al olvido de que ya somos «individuos» desde el origen, es decir, indivisibles y por tanto completos, aunque nos consideremos faltos de algo o de alguien y busquemos el encuentro y unión con otro ser, son los estímulos necesarios para cumplir con el Plan: HACERNOS UNO CON LA TOTALIDAD DEL UNIVERSO.

Una hermosa historia de amor.