¿Eres mi “media naranja” o eres la “sombra” que no manifiesto?
Hemos hablado en anteriores publicaciones de que el concepto «junguiano» de sombra está compuesto de todas las cualidades que no acogemos como propias y que se quedan en el inconsciente, tales como lo no deseado o lo que no nos conviene, pero también de aquello tan valioso de lo que no me siento digno.
En palabras de Jung, el encuentro con la sombra es la experiencia más intensa que puede vivir el ser humano, pues supone “sacar a la luz” lo ocultado desde nuestro origen y no solamente reconocerlo como nuestro, sino convertirlo en una vivencia. Pasar de la comprensión intelectual de su existencia a sentir su presencia en nuestra vida. Pues bien, la relación de pareja es una maravillosa oportunidad para experimentarlo.
Hablamos en sentido coloquial de nuestra media naranja cuando hacemos referencia a aquella persona con la que estamos compartiendo la vida, pero ¿realmente somos conscientes de lo que expresamos con esas palabras?
En el inicio de una relación de pareja lo más atractivo del otro suele ser algo que forma parte de la sombra de uno mismo, es decir: aquello que sentimos que nos falta y que forma parte de nuestro yo ideal, tendemos a buscarlo en la figura de la pareja. Así, podemos ver continuamente parejas de opuestos y decir que los opuestos se atraen.
La realidad es que las sombras de las dos personas que forman la pareja se entremezclan de tal forma que constituyen un solo organismo, en el que uno se ocupara de inspirar y otro de espirar. Construimos una realidad psíquica que a ojos de un observador externo representan dos personajes distintos, pero en su unidad, la pareja está dando vida a cada uno de los aspectos enajenados de sus componentes. Se produce un fenómeno que podríamos llamar «compensación de sombras», en el que conviven las sombras de las dos personas. Es una realidad psíquica mayor y más completa, donde lo que no tenía cabida en las personalidades individuales ahora ha tomado vida. Una creación hermosa compuesta de todo aquello que ambas personas anhelan y que rechazan al mismo tiempo; una gran oportunidad para reconocernos a nosotros mismos en cada instante. Si somos capaces de darnos cuenta de que las tensiones que se producen en esa «compensación de sombras» no son realmente un problema de pareja, sino un asunto individual al que damos vida cuando estamos en pareja… ¡cuántas rupturas evitaríamos!
Es una «criatura» a la que la pareja da vida y que, si sabemos interpretarla en su profundidad y permitir que se desarrolle, nos hará sentirnos uno y completo. Una creación única, por tanto, que bien podríamos llamar nuestro “hijo no biológico”. Y claro, como diría Jung, es una experiencia conmovedora.
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©Con Alma Terapeutas
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