La vida es un conjunto de experiencias que se suceden una tras otra. Podemos decir que vivir es experimentar sensaciones, emociones y sentimientos que se despliegan en nosotros y que configuran la realidad de cada uno. Estaríamos hablando, así, de una realidad subjetiva.
Si ante un acontecimiento externo que objetivamente es el mismo para todos, cada uno puede percibir y sentir dicha circunstancia de diferente manera, vivirlo de forma distinta, cabría plantearse que esa realidad externa a nosotros no es la que conforma nuestra experiencia, pues en tal caso todos la viviríamos igual.
Parece, pues, que existe un filtro personal a través del cual cada uno experimenta la realidad objetiva. Y todo acontecimiento o circunstancia, al pasar ese filtro, se convierte en una experiencia diferente para cada uno de nosotros de manera que sentimos o experimentamos verdades distintas ante unos mismos hechos.
¿En qué consiste ese filtro personal que configura mi experiencia, mi verdad y por tanto mi vida? La mente, esa fábrica constante de pensamientos y al mismo tiempo almacén de lo vivido, de las experiencias que conforman mi vida, es la responsable del filtrado de la realidad objetiva. Es por tanto mi mente, a través de los pensamientos que genero ante una determinada realidad, la que configura la experiencia vital.
Podemos comprender entonces que mis pensamientos acerca de un acontecimiento externo son los que configuran la experiencia que voy a tener sobre dicha circunstancia, condicionando cómo vivo la realidad objetiva.
Cuando la experiencia que vivo ante un acontecimiento esté más cerca de la realidad, es decir, menos condicionada por mis pensamientos, mi verdad se ajustará más a la realidad, evitándome adoptar estrategias completamente innecesarias.
Conocer este mecanismo que es universal, explicable y comprobable, mediante el cual mis pensamientos conforman mi experiencia y por tanto la vida que voy a vivir, nos responsabiliza de no poner fuera de nosotros el origen de mi felicidad o infelicidad, de mi bienestar o de mi sufrimiento. No son las circunstancias externas las que dan lugar a mi vida, sino los pensamientos que tengo sobre ellas, que son los que me hacen experimentarlas de una determinada manera.
Este conocimiento no nos exime de actuar, sino que nos obliga a hacerlo desde otro nivel de consciencia.