Todo acontecimiento de la vida se puede contemplar desde multitud de puntos de vista y, por lo tanto, se puede argüir sobre un mismo asunto desde muy diferentes enfoques. Por este mismo motivo, los argumentos que solo contemplan un aspecto del hecho vital en cuestión son evidentemente limitados e incompletos en sí mismos. Pero cuando esos argumentos se convierten interesadamente en corriente de pensamiento, en moda o tendencia, o en razón única para tomar una postura ante la vida y se impulsan desde poderes fácticos con fines no desvelados, el calificativo que cabe aplicarles es otro: tramoya. ¿Con qué fin se promueven?
Leo el siguiente artículo en una, ¿prestigiosa?, revista:
«Para contribuir con el medio ambiente debes dejar de tener hijos: estudio (revista Forbes Mexico, 15 de mayo de 2019)
… Para reducir la huella de carbono, es mejor realizar acciones individuales como no usar el coche, llevar una dieta a base de plantas o no tener hijos tienen un mayor impacto, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Environmental Research Letters.
Pero el impacto más significativo en cuanto a reducción de emisiones de dióxido de carbono sería tener un hijo menos o ninguno, ya que esta decisión reduce hasta 56.8 toneladas de dióxido de carbono al año…
… si de verdad quieres combatir el cambio climático desde su raíz, lo mejor que puedes hacer es ir hoy mismo a la clínica de fertilidad más cercana y hacerte la vasectomía o la ligadura de trompas: cuantos menos humanos haya en el planeta, menos impacto soportará, no solo el clima sino todos los recursos, desde el agua dulce hasta los combustibles fósiles».
Y así, dan cifras que comparan el hecho de no tener hijos con otras acciones que disminuyen la contaminación provocada por el ser humano…, e inmediatamente me asalta la pregunta con la que finalizo el primer párrafo: ¿Con qué fin se promueve este estudio?, ¿qué interés se persigue con estos argumentos?
Una visión absolutamente sesgada de lo que significa el nacimiento de un ser humano, obviando lo fundamental y tratando solamente lo accesorio, ¿no estará persiguiendo unos resultados no desvelados, no explicados por no ser explicables?: una tramoya que oculta lo que realmente hay detrás de la llegada al mundo de un nuevo ser.
Cada niño que viene al mundo es un nuevo impulso de la Evolución, un nuevo intento de la Vida para crecer y hacernos más completos, un paso hacia el reconocimiento de nuestra genuina naturaleza, de la que nacemos olvidados. Estamos hablando del nacimiento como un auténtico enriquecimiento de la Vida y de una posibilidad para transformarla. Este es el verdadero sentido de la venida, esta es la gran dignidad del nacimiento del humano. Todo lo demás, sin dejar de tenerlo en consideración, porque ha de ser vivido y por ello parte del camino a recorrer, no dejan de ser circunstancias que nos van a acompañar. Hemos de vivirlas plenamente, con conciencia de lo que ocurre y de nuestras acciones, pero no ponerlas en el centro de la vida, no hacerlas parecer el objetivo a lograr.
Estudios parciales, que no contemplan lo esencial, solo nos pueden llevar a cosificar a la persona y a su degradación moral.