«Sin saber lo cerca que está la verdad, la gente la busca lejos. ¡Qué lamentable! Son como quienes, en medio del agua, lastimeramente se quejan de sed». (Hakuin Ekaku)

Esta frase me evoca la metáfora del submarino que tantas veces he escuchado: viajamos encerrados en un submarino, en busca de una «atmósfera» distinta, kilómetros y kilómetros sumergidos, sin descanso, como el mulo atado a la noria de un molino, siendo que nos encontramos siempre en el mismo lugar. Porque aquello que buscamos no está más allá, ni más lejos, sino justo «encima» de nosotros. Solamente necesitamos abrir la escotilla -una elevación de conciencia– y esa «atmósfera» buscada aparecerá, sea cual sea el lugar donde yo me encuentre.

Por ello los verdaderos sabios saben que no hay sendero hacia la conciencia de unidad; que no hay técnicas ni métodos para llegar a ella pues esa conciencia es omnipresente e intemporal.

El «Reino de los Cielos« no es un estado futuro que se nos presente como resultado de una práctica determinada; no se trata de un estado temporal, pues está eternamente presente. La iluminación está presente en cada instante de nuestra vida pero nos resistimos de manera inconsciente a ella. Para hacerlo real existen «condiciones apropiadas», pero no necesarias: «La oración y las prácticas espirituales no son un intento de llegar a Dios, sino que Dios se reza a sí mismo. Oración y práctica espiritual son expresiones de Dios. Toda nuestra actividad es una expresión de la iluminación originaria.» (Ken Wilber)

Bibliografía:

«La conciencia sin fronteras» – K. Wilber