Para la cábala, cada tipo de enfermedad se corresponde con un desequilibrio del alma. Sería un intento vano entrar en detalles sobre ello por limitaciones en la extensión, sin embargo, sí podemos aproximarnos a una clasificación general que nos puede indicar en qué nivel del alma trabajar.
Decía el médico Thomas Sydenham (1.624-1.689) que las enfermedades agudas son biológicas o animales y las crónicas son biográficas o humanas (1). Partiendo de esta afirmación podemos, por similitud, establecer dos niveles de enfermedades: las genéticas o hereditarias, que podríamos decir permanentes o crónicas, y las agudas, que se originan a lo largo de la vida de una persona.
Las primeras, humanas o biográficas para Sydenham, crónicas o genéticas, desde el punto de vista de la cábala están relacionadas con el propósito de vida o con el sentido de nuestra vida, es decir, con lo que mi alma vino a hacer. Por ello este tipo de enfermedades se corresponden con el tikún de la persona, que es la razón por la que su alma encarnó en esta vida. Nos estamos situando, entonces, en el nivel del alma de neshamá o alma propiamente dicha sin condicionantes del entorno. Las enfermedades en este caso no son algo contrario al alma, sino un factor coadyuvante para el cumplimiento de nuestro propósito de vida.
Las segundas, las agudas o animales según Sydenham, están relacionadas con desequilibrios en alguna sefirá –dimensión– del Árbol de la Vida psicológico, es decir, en el nivel del alma de rúaj, que para la cábala es el alma emocional y mental. Sobre estas podemos trabajar de manera individual analizando los desequilibrios en las diez dimensiones del Árbol de la Vida y compensando los desequilibrios energéticos en que incurrimos. De alguna manera, estas enfermedades surgen de una oposición de nuestra mente a la función que el alma quiere cumplir, resistencia que acaba enfermando el cuerpo.
Al igual que podemos decir que somos lo que comemos, pues nuestra alimentación influye en nuestro estado físico y mental, podemos entender que la entrada de nueva información en nuestra identidad es también un alimento que nos permite interpretar la realidad de forma diferente y este cambio de conciencia da lugar a cambios en nuestra estructura celular. Es lo que se conoce como biohermenéutica: una nueva interpretación de la realidad que nos transforma biológicamente. El estudio de nuestro Árbol de la Vida, que profundiza en el autoconocimiento y nos permite equilibrar energías mal utilizadas, tiene efectos biológicos, pues nuestro cuerpo no es más que una vestimenta de nuestra alma. Ambos están consustancialmente unidos y la enfermedad representa un grito del alma para que trabajemos sobre aquello que es importante.
© Con Alma Terapeutas 2024
(1) Cabouli, J, L. (2012). Terapia de Vidas pasadas (pg 244). Ed. Continente.
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