Se nos aparecen imágenes en sueños; a veces nos causan zozobra, dolor, incertidumbre, angustia; otras veces alegría, felicidad. En ocasiones son vivencias con seres queridos que ya no están, otras veces situaciones completamente desconocidas y sin sentido aparente.
De repente nos surge una idea sobre un tema que nos ocupa o sobre una experiencia vivida en otro momento; una certeza no esperada; idea que aparece en nuestra mente sin pensar sobre ella, sobrevenida podríamos decir; intuición, revelación.
Tenemos la sensación de haber vivido con anterioridad una situación determinada, de haberla experimentado previamente; no sabemos cuándo ni con quién.
Ya hemos estado antes en un determinado lugar y no recordamos cuándo, cómo, ni con quién llegamos allí; tampoco el motivo que nos llevó; pero estuvimos allí seguro.
Nos viene a la mente una persona que no tiene relación aparente con lo que estamos haciendo, conocida, viva o no, pero algo nos dice que sí, que forma parte de lo que nos ocupa… y no sabemos el porqué.
Cualquiera de las experiencias antes mencionadas, que todos tenemos en múltiples ocasiones, nos dejan una pregunta en el aire: ¿de dónde me ha venido eso? Pregunta a la que normalmente no nos enfrentamos y… continuamos con «lo nuestro» como si no fuera con nosotros el asunto. Nos es más cómodo vivir así.
Pero la vida está llena de señales, de avisos, de sincronicidades. Plagada de «letreros o pancartas» que nos dan información sobre el camino por el que transitamos y que muchas veces no vemos o ignoramos a propósito para no complicarnos la existencia.
¿De dónde surgen estas señales?, nos podríamos preguntar. Y las respuestas son tantas que enumerarlas resulta ilusorio. Lo que sí conviene es que sepamos algo sobre ellas.
Nada de lo que ha existido u ocurrido desaparece. Tampoco el «Impulso Viviente» que nos hizo encarnarnos como una persona concreta. Todo deja una huella «cuántica» en el universo. Por eso en determinados momentos podemos conectarnos con esas experiencias antes descritas. Por alguna razón sintonizamos nuestro ser con la frecuencia en que ellas se encuentran… y nos resultan familiares, próximas, conocidas… No hay nada azaroso en la existencia. Unas veces nos hablarán de asuntos que dejamos atrás sin resolver, otras de un rumbo a corregir en nuestra vida, en ocasiones de heridas que llevamos abiertas o que abrimos en los demás…y así podríamos hacer una larga lista de motivos.
Se trata de no pasar de puntillas por la vida, de no obviar ninguna de esas «apariciones espontáneas», no esperadas, sino de mirarnos en nuestros adentros y sentir su mensaje.
©Con Alma Terapeutas